El intendente decidió no involucrarse en la disputa entre Alberto Fernández y Rodríguez Larreta. Pondera el diálogo con los gobiernos nacional y provincial. Solo presentará batalla si considera que alguna medida afecta a Mar del Plata.
Por Ramiro Melucci
“Hablo con Alberto y con Axel. Converso todas las semanas con Carli Bianco, con Teresa García y con Sergio Berni. Y lo voy a seguir haciendo”. El tono de voz con que Guillermo Montenegro dejó viajar esas palabras desde su boca hacia los oídos de sus interlocutores era el de un hombre sosegado. Ya había pasado el cimbronazo político que representó la embestida de Horacio Rodríguez Larreta contra la suspensión de las clases presenciales en el AMBA y la dura respuesta de Axel Kicillof desde La Plata. También se había desvanecido esa combinación de temor e incertidumbre que envolvió a Mar del Plata ante la posibilidad de que el distrito fuera alcanzado por las restricciones más fuertes.
“No me voy a pelear por una causa ajena”, aclaró de entrada el mandatario local ante su mesa chica de colaboradores. “Horacio defiende a los porteños, yo voy a defender a los marplatenses”, agregó. Allí quedó en claro que solo presentará batalla si se toma alguna medida que considere injusta para la ciudad. “Y eso no ha sucedido”, concluyó.
El coordinador de Gabinete, Alejandro Rabinovich, repitió ese mismo libreto ante los funcionarios y concejales oficialistas más propensos al tiroteo tuitero. Les pidió tranquilidad en las horas críticas del jueves a la tarde, que fueron las que mediaron entre la conferencia del jefe de gobierno porteño y la del gobernador. Momentos en los que los diputados nacionales del PRO blandían el proyecto de ley para declarar a la educación como servicio público esencial y los intendentes opositores cavilaban sobre la viabilidad de un amparo judicial, opción que, si bien motorizó Larreta y Jorge Macri imitó en Vicente López, en las discusiones internas Montenegro no se mostró dispuesto a suscribir.
“La gente no va a entender nada. No va a saber si tiene que llevar a los chicos a la escuela o va a tener que llamar a los abuelos para que los cuiden”, argumentaba ante los propios en esas charlas donde abundaban las vacilaciones y todavía se desconocía si Mar del Plata iba a caer en las generalidades del AMBA.
La duda tenía como punto de partida el tuit en el que el gobernador decía que la Provincia adhería y acompañaba las medidas de Alberto Fernández y se anclaba en un precedente: en el inicio de la pandemia, el gobierno bonaerense llegó a poner en un mismo plano al conurbano y a Mar del Plata al restringir actividades en igual proporción en las ciudades con más de 500 mil habitantes.
En los instantes de mayor incertidumbre una de las voces que más escuchó el intendente fue la de la ministra de Gobierno bonaerense, Teresa García, a la que suele enviarle los partes nocturnos con la cantidad de contagiados para que certifique por su propia cuenta que la ciudad no está en la misma situación que el conurbano y que la segunda ola todavía no alcanzó el pico de la primera. Montenegro preguntaba ansiosamente por las clases; la funcionaria le aclaró que las principales medidas hacían foco en el área metropolitana. El alivio fue inmediato.
Con esa tranquilidad escuchó el anuncio de Kicillof. Entre las acusaciones del gobernador a Larreta –que eran esperables–, oyó también, para ratificar su serenidad, que ni siquiera con un retroceso a fase 3 se suspenderán las clases presenciales. “Siempre dijimos que no somos el AMBA y con la creación de esta fase 2 la Provincia lo está ratificando”, interpretaron en el municipio.
En las discusiones internas, Montenegro no se mostraba dispuesto a suscribir un recurso de amparo por las clases presenciales. “La gente no va a entender nada”, argumentaba.
La situación, de todos modos, es dinámica y tiende a agravarse cada vez más. El jefe comunal repitió el año pasado que no le iba a temblar el pulso si creía necesario un retroceso. ¿Y ahora considera que es el momento? “Objetivamente, no”, respondió entre íntimos en las últimas horas. Pero al mismo tiempo Bernabei reconoce que la ciudad ya podría calificar como de alto riesgo epidemiológico, lo que la haría descender un casillero en el esquema provincial de fases. Parece una contradicción, pero existe una explicación: Montenegro ya no identifica grandes diferencias entre la fase 4 y la 3; cuando dice que no es momento de retroceder se refiere a la “fase AMBA”.
Los números que arrojan los partes son preocupantes. No solo porque cada semana se incrementan los contagios, sino porque también exhiben un aumento en la ocupación de camas. Zona Sanitaria y las autoridades de los hospitales advirtieron que si los casos siguen subiendo “de manera estrepitosa” el sistema sanitario “no va a poder dar respuesta”, mientras que la Sociedad de Enfermedades Infecciosas insistió en que “el sistema de salud es finito”.
El intendente confía en que el sector privado hará las readecuaciones necesarias y aplazará cirugías no urgentes para evitar un colapso. “El año pasado lo hizo. No tengo dudas de que va a suceder lo mismo”, dice. Parece un mensaje destinado a atemperar los ánimos después de que Bernabei hiciera público su malestar con los que cuelgan carteles de “no hay camas disponibles” y sugiriera que “algunos están en pandemia y otros no”.
Lo dijo en el marco de la discusión acalorada que mantuvo con los concejales del Frente de Todos en el debate de la emergencia sanitaria. La buena noticia para el municipio es que la prórroga tuvo despacho unánime en comisiones y será refrendada en el recinto. El intendente evita cualquier reproche por la demora –la norma venció el 29 de marzo– y recuerda que es fundamental para “sortear escollos administrativos” en las compras y contrataciones vinculadas a la pandemia. “Lo importante es que salga rápido”, se limita a comentar.
El intendente ya no identifica grandes diferencias entre la fase 4 y la 3; cuando dice que no es momento de retroceder se refiere a la “fase AMBA”.
El transporte también suma capítulos en la pandemia. Después del pedido de aumento de boleto a $ 96,06, las concesionarias solicitaron que se declare al servicio “en emergencia”. El gobierno lo analiza, sin dilucidar del todo la intención empresarial, mientras ve cómo se desinfla en el Concejo el apoyo al pliego del transporte.
La novedad la proporcionó Alejandro Carrancio, que en los papeles sigue siendo el jefe del bloque oficialista y en la práctica empieza a cambiar de rol. Alcanzó con una larga exposición en la comisión de Movilidad Urbana para que quedara en claro su alejamiento político. Pidió más de 30 modificaciones al proyecto oficial. A esta altura, ningún concejal que se presume oficialista reclama tantos cambios a un texto que ya fue enmendado, en el marco de un debate que el gobierno considera agotado.
“Fue el miembro informante del Frente de Todos”, sentenciaron en el Ejecutivo. Sus compañeros de bloque tuvieron que aclarar que la posición de Carrancio no los incluía y desde la principal bancada opositora llovieron elogios. La postura del edil resulta un obstáculo para las aspiraciones de la administración. Porque no puede mostrar la unanimidad de los propios y eso le ahuyenta respaldos opositores. Hasta los que pensaban dar un voto de confianza en el inicio del debate han tomado distancia para sentarse a observar, con pochoclos y gaseosas, cómo se desenvuelve la discordia oficialista.